viernes, 20 de junio de 2014

APURIMAC: ENTRE LA DEMAGOGIA Y EL POPULISMO NEGATIVO

 
Para nuestra desgracia, en Apurímac la vocación y el discurso de nuestros candidatos para las alcaldías y la presidencia regional, además de abiertamente demagógico es populista en su más amplia expresión negativa. Pero que quieren decir estas palabras, veamos:

LA DEMAGOGIA.-

Consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.
 
En la evolución de las ideas políticas, Aristóteles fue quien definió por primera vez la demagogia, señalándola como una “forma corrupta o degenerada de la República” que lleva a la institución de un gobierno tiránico de muchos o de unos pocos que se dicen gobernar en nombre del pueblo.

Los demagogos son aquellos que halagan a los ciudadanos, les dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en función de sí mismos. Como decía el mismo Aristóteles, el demagogo es el “adulador del pueblo”.

La demagogia suele producir la instauración de un régimen autoritario que eliminando la oposición, el demagogo se irroga el derecho a interpretar los intereses de los electores, y en el supuesto beneficio de estos, confiscar todo el poder y la representación del pueblo e instaurar una tiranía personal, donde se pierde el deber de velar por el interés de todos y se utiliza la exclusión como medio para sobrevivir políticamente. Eso exactamente han hecho en los ultimos doce años Barra Pacheco, Salazar Morote y Segovia Ruíz, no hablo de Rosa Suarez porque esa mujer fue un error personal de quien con su conducta le entregó en bandeja el poder regional para que haga con él las barrabasadas que hizo hasta salir corriendo de Abancay, dejando tras de sí un muerto, muchos heridos y varios procesados penalmente.

El demagogo es muy proclive a la utilización de una oratoria que permite atraer hacia sus propios intereses las decisiones de los demás, utilizando falacias o argumentos aparentemente válidos que, sin embargo, tras contrastarse con la realidad, resultan absolutamente inválidos o simplistas.

La demagogia está comúnmente asociada a las promesas que hacen los políticos durante las campañas electorales que en su mayor parte son irrealizables. También es muy proclive a la utilización intensiva de técnicas publicitarias del marketing moderno, a la glorificación de la mediocre personalidad de los candidatos, la manipulación de los medios de comunicación de masas, postergando el análisis político por escrito. El demagogo nunca escribe, especialmente el apurimeño que solo sabe aprovecharse, y muy bien, de la falta de educación de las masas.

También son adictos al uso sistemático de las polarizaciones absolutas: [bien=(yo) vs. mal=(los otros)], [desarrollo=(yo) vs. atraso=(los otros)], [honestidad= (yo) vs. corrupción=(los otros)], [experiencia=(yo) vs. incapacidad=(los otros)], [cambio=(yo) vs. estancamiento= (los otros)] y al uso de mecanismos publicitarios (honestidad comprobada, experiencia de gobierno, capacidad de gestión, brillante profesional , etc.) dramáticos (cambio total, revolución, progreso, prosperidad, felicidad, etc.) y psicológicos (humilde, abanquino, hijo del pueblo, comunero, andahuaylino, campesino, pobre, autodidacta, quechua hablante, etc.)

Los demagogos nunca podrán conducir una transformación social, mucho menos una revolución, porque su objetivo es instrumentalizar la movilización de las masas para sus fines personales, y una vez obtenida la victoria electoral anular cualquier proceso democratizador e impedir la trasformación del sistema sociopolítico, para auspiciar un régimen autoritario dentro del cual el demagogo acaba siendo el indiscutido y despótico cacique, y para mantenerse dentro de este rol acentuar los mecanismos represivos para impedir la toma de conciencia por parte de las masas.

EL POPULISMO.-

El populismo es un término nuevo, pues aun no ha sido admitido por la Real Academia Española. Es usado para designar a diversas corrientes políticas caracterizadas por su aversión, ficticia o real, a las élites económicas e intelectuales, su rechazo a los partidos tradicionales, su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al "pueblo" como fuente del poder. El populista se caracteriza por auto proclamarse  “hijo del pueblo” y defender sus intereses.

Las principales características del populismo son:

·         Exaltar la figura de un líder, carismático o no.
·         Apoderarse de la palabra.
·         Fabricar la verdad.
·         Utilizar a su antojo los recursos públicos.
·         Repartir directamente algunos pequeños bienes o servicios adquiridos con los dineros del Estado, a cambio de obediencia, pero sobretodo del voto.
·         Alentar el odio a las clases privilegiadas.
·         Minar, dominar, domesticar y cancelar las instituciones democráticas y de participación popular.

Se trata pues de un concepto político que apela al pueblo para construir su poder, entendiendo al pueblo como las clases sociales bajas y sin privilegios económicos o políticos. El populismo suele basar su estructura en la denuncia constante de los males que encarnan las clases privilegiadas, por tanto sus líderes suelen presentarse como redentores de los humildes.

En otras palabras, el populismo es el uso de medidas de gobierno, destinadas a ganar la simpatía de la población con derecho a voto, pero su objetivo principal no es transformar las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas reinantes, (pobreza, extrema pobreza, desnutrición crónica infantil, analfabetismo, desempleo, exclusión, discriminación, etc.), sino mantenerse en  el poder a través de la popularidad entre las masas.

Todos los partidos políticos y movimientos regionales que gobernaron o aspiran gobernar la Región Apurímac, sean estos llamarse “de derecha”, “de izquierda” o “neutros”, han sido conducidos por demagogos cuya única salida ha sido ejercer el poder regional de una manera bastante mediocre y provincial, solo para sus intereses personales, como para siquiera llamarlos populistas, pues ni siquiera han contribuido a la construcción de grandes obras que beneficien a importantes sectores de la población apurimeña, ni tampoco han contribuido a resolver sus contradicciones. Mucho menos le otorgaron a los apurimeños capacidades reales para la autodeterminación de sus destinos a través de los mecanismos de concertación previstos en la legislación regional, pero ninguno dejó de aprovecharse de la minusvalía cultural de muchos de nuestros paisanos, para salir en tiempos electorales con el único fin de seguir manteniéndose en el poder y así reforzar su condición de inútiles caudillos populacheros, que al final solo benefician a su familia y a su entorno. De otro modo jamás se habrían hecho ricos. 

Sobre la base de estas premisas, si el lector quiere tener una "experiencia demagógica apurimeña" en vivo y en directo, solo le bastará escuchar los discursos de los candidatos a las municipalidades y al gobierno regional, pero se les aconseja dosificar estas audiencias si no quieren estropear su sentido común y entendimiento, porque nuestra demagogia nativa no solo tiene sus particularidades folklóricas y coloridas, sino bastante psicopatológicas.   

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