Para nuestra
desgracia, en Apurímac la vocación y el discurso de nuestros candidatos para
las alcaldías y la presidencia regional, además de abiertamente demagógico es
populista en su más amplia expresión negativa. Pero que quieren decir estas
palabras, veamos:
LA
DEMAGOGIA.-
Consiste en
apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar
apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.
En la
evolución de las ideas políticas, Aristóteles fue quien definió por primera vez
la demagogia, señalándola como una “forma corrupta o degenerada de la
República” que lleva a la institución de un gobierno tiránico de muchos o de
unos pocos que se dicen gobernar en nombre del pueblo.
Los demagogos
son aquellos que halagan a los ciudadanos, les dan máxima importancia a sus
sentimientos y orientan la acción política en función de sí mismos. Como decía
el mismo Aristóteles, el demagogo es el “adulador del pueblo”.
La demagogia
suele producir la instauración de un régimen autoritario que eliminando la
oposición, el demagogo se irroga el derecho a interpretar los intereses de los
electores, y en el supuesto beneficio de estos, confiscar todo el poder y la
representación del pueblo e instaurar una tiranía personal, donde se pierde el
deber de velar por el interés de todos y se utiliza la exclusión como medio
para sobrevivir políticamente. Eso exactamente han hecho en los ultimos doce
años Barra Pacheco, Salazar Morote y Segovia Ruíz, no hablo de Rosa Suarez
porque esa mujer fue un error personal de quien con su conducta le entregó en
bandeja el poder regional para que haga con él las barrabasadas que hizo hasta
salir corriendo de Abancay, dejando tras de sí un muerto, muchos heridos y
varios procesados penalmente.
El demagogo es
muy proclive a la utilización de una oratoria que permite atraer hacia sus
propios intereses las decisiones de los demás, utilizando falacias o argumentos
aparentemente válidos que, sin embargo, tras contrastarse con la realidad,
resultan absolutamente inválidos o simplistas.
La demagogia
está comúnmente asociada a las promesas que hacen los políticos durante las
campañas electorales que en su mayor parte son irrealizables. También es muy proclive
a la utilización intensiva de técnicas publicitarias del marketing moderno, a
la glorificación de la mediocre personalidad de los candidatos, la manipulación
de los medios de comunicación de masas, postergando el análisis político por
escrito. El demagogo nunca escribe, especialmente el apurimeño que solo sabe
aprovecharse, y muy bien, de la falta de educación de las masas.
También son
adictos al uso sistemático de las polarizaciones absolutas: [bien=(yo) vs.
mal=(los otros)], [desarrollo=(yo) vs. atraso=(los otros)], [honestidad= (yo)
vs. corrupción=(los otros)], [experiencia=(yo) vs. incapacidad=(los otros)],
[cambio=(yo) vs. estancamiento= (los otros)] y al uso de mecanismos
publicitarios (honestidad comprobada, experiencia de gobierno, capacidad de
gestión, brillante profesional , etc.) dramáticos (cambio total, revolución,
progreso, prosperidad, felicidad, etc.) y psicológicos (humilde, abanquino,
hijo del pueblo, comunero, andahuaylino, campesino, pobre, autodidacta, quechua
hablante, etc.)
Los demagogos
nunca podrán conducir una transformación social, mucho menos una revolución,
porque su objetivo es instrumentalizar la movilización de las masas para sus
fines personales, y una vez obtenida la victoria electoral anular cualquier
proceso democratizador e impedir la trasformación del sistema sociopolítico,
para auspiciar un régimen autoritario dentro del cual el demagogo acaba siendo
el indiscutido y despótico cacique, y para mantenerse dentro de este rol
acentuar los mecanismos represivos para impedir la toma de conciencia por parte
de las masas.
EL
POPULISMO.-
El populismo
es un término nuevo, pues aun no ha sido admitido por la Real Academia
Española. Es usado para designar a diversas corrientes políticas caracterizadas
por su aversión, ficticia o real, a las élites económicas e intelectuales, su
rechazo a los partidos tradicionales, su denuncia de la corrupción política por
parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al
"pueblo" como fuente del poder. El populista se caracteriza por auto
proclamarse “hijo del pueblo” y defender
sus intereses.
Las
principales características del populismo son:
·
Exaltar la figura de un
líder, carismático o no.
·
Apoderarse de la palabra.
·
Fabricar la verdad.
·
Utilizar a su antojo los
recursos públicos.
·
Repartir directamente algunos
pequeños bienes o servicios adquiridos con los dineros del Estado, a cambio de
obediencia, pero sobretodo del voto.
·
Alentar el odio a las clases
privilegiadas.
·
Minar, dominar, domesticar y
cancelar las instituciones democráticas y de participación popular.
Se trata pues
de un concepto político que apela al pueblo para construir su poder,
entendiendo al pueblo como las clases sociales bajas y sin privilegios
económicos o políticos. El populismo suele basar su estructura en la denuncia
constante de los males que encarnan las clases privilegiadas, por tanto sus
líderes suelen presentarse como redentores de los humildes.
En otras
palabras, el populismo es el uso de medidas de gobierno, destinadas a ganar la
simpatía de la población con derecho a voto, pero su objetivo principal no es
transformar las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas
reinantes, (pobreza, extrema pobreza, desnutrición crónica infantil, analfabetismo,
desempleo, exclusión, discriminación, etc.), sino mantenerse en el poder a través de la popularidad entre las
masas.
Todos los
partidos políticos y movimientos regionales que gobernaron o aspiran gobernar
la Región Apurímac, sean estos llamarse “de derecha”, “de izquierda” o
“neutros”, han sido conducidos por demagogos cuya única salida ha sido ejercer
el poder regional de una manera bastante mediocre y provincial, solo para sus intereses personales, como para
siquiera llamarlos populistas, pues ni siquiera han contribuido a la construcción
de grandes obras que beneficien a importantes sectores de la población
apurimeña, ni tampoco han contribuido a resolver sus contradicciones. Mucho
menos le otorgaron a los apurimeños capacidades reales para la
autodeterminación de sus destinos a través de los mecanismos de concertación
previstos en la legislación regional, pero ninguno dejó de aprovecharse de la
minusvalía cultural de muchos de nuestros paisanos, para salir en tiempos
electorales con el único fin de seguir manteniéndose en el poder y así reforzar
su condición de inútiles caudillos populacheros, que al final solo benefician a
su familia y a su entorno. De otro modo jamás se habrían hecho ricos.
Sobre la base
de estas premisas, si el lector quiere tener una "experiencia demagógica
apurimeña" en vivo y en directo, solo le bastará escuchar los discursos de
los candidatos a las municipalidades y al gobierno regional, pero se les
aconseja dosificar estas audiencias si no quieren estropear su sentido común y
entendimiento, porque nuestra demagogia nativa no solo tiene sus particularidades
folklóricas y coloridas, sino bastante psicopatológicas.
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